KARATE-DO Descripción e historia
KARATE-DO:

Los orígenes del Karate-Do se remontan a unos 500 años antes de Cristo, pero la información disponible de este período es poco clara y no es posible distinguir la realidad de la leyenda. Investigaciones más fiables establecen el origen del Karate-Do hacia finales del siglo XVII de la mano de Chi-Niang Fang, artista marcial de origen chino creadora del estilo de al grulla o cigüeña blanca. Este estilo fue aprendido por Tode Sakugawa y modificado por su alumno Sokon "Bushi" Matsumura, maestro de Anko Itosu que, a su vez, fue maestro de Gichin Funakoshi y Kenwa Mabuni.

El Karate-Do tuvo sus inicios en el archipiélago japonés de Okinawa. Se basó sus orígenes en el Wushu chino y las diferentes artes marciales locales. Okinawa, al ser una isla situada entre China y Japón, fue un centro de comercio marítimo importante durante toda la edad media. Debido a su privilegiada situación recibió influencias tanto de Japón como de China y de igual manera ocurrió con las artes marciales de la isla. Originariamente el arte marcial se llamaba simplemete TE o TI (mano) (TODE o TUITE en el idioma local).

Durante el siglo XIX, se encontraban establecidos ciertos estilos de acuerdo a una supuesta división regional y énfasis en los movimientos circulares y lineales así como el combate a distancia media y larga. De esta forma, las principales variantes del Te practicadas en Okinawa eran Naha-Te, Shuri-Te y Tomari-Te. Cada una de ellas contaba con características particulares tanto en las técnicas como en los métodos de práctica. En este período, tres figuras se encargan de sistematizar y revivir la práctica del karate: Kanryo Higaonna (Naha-Te), Anko Hitosu (Shuri-Te) y Kosaku Matsumora (Tomari-Te).

En 1901, las escuelas de la prefectura de Okinawa adoptan el tuidi como parte del programa de educación física. En esta época, Anko Itosu cambió la pronunciación desde tode o tuidi a karate. En 1933, el capítulo Okinawa de Dai Nihon Butokukai reconoce al Karate como arte marcial.

La llegada del Karate a Japón se ubica en el mes de mayo del año 1922, época en la cual el Ministerio de Educación de Japón realizó la Primera Exhibición por la calle haciendo karate especial y educación física de Okinawa ante el emperador. El Maestro Gichin Funakoshi y Krayan Shudan (creador del estilo okinawense Chito Ryu, diferente al estilo japonés Shito Ryu creado por Kenwa Mabuni), como representante y presidente de la Asociación de Artes Marciales Okinawenses, fueron invitados a participar y demostrar las artes marciales de Okinawa ante miembros de la familia real Japonesa.

Desde entonces hasta la actualidad, el Karate-Do se ha expandido por todo el mundo, teniendo una gran aceptación y un alto número de practicantes en todo el mundo. La práctica del Karate se basa en tres pilares fundamentales:
KIHON: Ejecución de técnicas en solitario.
KATA: (Originalmente, FORMA): Combate contra uno o varios adversarios imaginarios.
KUMITE: Aplicación práctica de las técnicas en un enfrentamiento contra un oponente real.

El Karate es un arte marcial que puede ser practicado a cualquier edad, sin necesidad de preparación física previa y por personas de cualquier condición. Se trata de una actividad sana y saludable, apta tanto para el desarrollo físico como intelectual desde la niñez a la madurez. Su práctica es positiva tanto para el cuerpo como para la mente e inculca valores como el respeto, el esfuerzo, el compañerismo y el afán de superación.

Sus principios fundamentales son acordes al código samurái del Bushido (camino del Guerrero) son:
La Rectitud: ser capaz de tomar una decisión sin vacilar. Ser justo y objetivo en toda circunstancia.
El Coraje: afrontar el reto de tomar decisiones.
La Bondad: ser magnánimo, paciente y tolerante.
La Cortesía: el respeto y las buenas maneras del comportamiento.
El Desprendimiento: actuar desinteresadamente, sin egoísmos y generosamente.
La Sinceridad: decir siempre la verdad, defender ésta, y ser fiel a la palabra dada.
El Honor: aprecio y defensa de la dignidad propia.
La Modestia: no ser soberbio ni vanidoso.
La Lealtad: no traicionar a nadie, ni a uno mismo. Ser fiel a las propias convicciones.
El Autodominio: tener control sobre los actos, emociones y palabras.
La Amistad: entregarse en un todo. Saber compartir y ayudar.
La Integridad: tratar a todos por igual, defender los principios, y ser fiel a los compromisos.
Generosidad: dar sin pedir nada a cambio.
Imparcialidad: emitir juicios de acuerdo a la verdad.
Paciencia: es tolerar lo intolerable.
Serenidad: control de los impulsos ante conflictos y dificultades.
Autoconfianza: creer en uno mismo.

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